RELATO: Melodía Encenizada

jueves, 21 de julio de 2016

Mi cuerpo aún estaba impregnado con cenizas cuando salí de aquel lugar. Hice caso omiso de esto.

Quizás toda mi vida los cigarrillos me prepararon para enfrentarme al hecho de que algún día la ceniza no sería producto de la nicotina sino de mis pertenencias y de aquello que solía llamar hogar.

Caminé como si no hubiera un mañana, de un momento a otro apreciando mi alrededor más de lo que alguna vez me habia detenido a hacerlo: la textura del pavimento, frío por ser de madrugada, contra mis pies descalzos, la brisa congelada y cómo entumecía mi piel... y parte de mis recuerdos.

Quizás aquello que pasó no era realmente un accidente. Probablemente se trataba de un giro premeditado que mi vida tomó.

Él, quien quiera que fuese, se encontraba ahí, en el puente que parecía brillar con luz propia cuando el sol se negaba a esparcir su luz por la ciudad otoñal. Había traído un violín consigo. Desde aquí, donde estaba, prudencialmente lejos, pude oír el rumor de su melodía. Y me empapé de ella.

Pronto no estuve tan consciente de lo que había sucedido y de las cenizas en mi piel y mi vestimenta.

Me acerqué... solo lo justo. Mi alma se llenó de aquella melodía, y de la imagen borrosa de su expresión; sus ojos cerrados, su ceño fruncido ligeramente por la concentración.

Entonces terminó. Y con ello mi ensoñación. Me miró.

Se podría decir que me sentí incluso mejor con ese pequeño detalle que con la presencia de aquella lenta melodía que de él emanó.

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